Si asumimos que la sostenibilidad
del sistema sanitario en términos genéricos (y no tan técnicos) es su capacidad
de perdurar en el tiempo sin tener que renunciar a sus objetivos para mejorar
la salud de la sociedad; una de los premisas inquebrantables de un Sistema
Nacional de Salud debería ser la cobertura universal, es decir, propiciar que toda la población tenga acceso a dicho sistema en condiciones de calidad y
equidad suficientes. Según la OMS,
en el camino hacia la cobertura universal todos los países deben plantearse
tres cuestiones fundamentales:
- ·¿Cómo se tiene que financiar el sistema sanitario?
- ·¿Cómo se pueden proteger a las personas de las consecuencias financieras de la enfermedad y del pago de los servicios sanitarios?
- ·¿Cómo se puede fomentar el uso óptimo de los recursos disponibles?
Es fácil
darse cuenta de que la financiación tiene un peso específico importante, pues
dependiendo de los recursos financieros disponibles, y de la manera de distribuirlos,
la cobertura universal será alcanzable o no. Resulta imprescindible que los
gobiernos fomenten la recaudación de fondos a través de una fuente estable (prepago)
y que éstos se pongan en común para sufragar los costes de los servicios de
salud de la población (mancomunación de riesgos). Así se evita el
empobrecimiento de parte de la sociedad derivado de enfermar o del uso de los
servicios sanitarios.
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Partiendo de
la base de que estos fondos mancomunados son gran parte del camino hacia la
cobertura universal, es necesario plantearse la forma en que se utilizan porque
no son ilimitados. Incluso en los países con un alto porcentaje de financiación
prepagada y mancomunada se hace imprescindible pensar en posibles combinaciones
que permitan un uso eficiente de los recursos: ¿a qué población cubrimos?, ¿qué
variedad de servicios ofertaremos? y ¿qué proporción del coste total pagará cada individuo?. Estos tres elementos podrían
colocarse en las 3 dimensiones de un cubo hipotético (figura 1), y dependiendo
de cómo se avance o retroceda en estos ejes se llegará al óptimo de cobertura
universal o no.
De aquí
parte el nombre de "Sostenibilidad cúbica", de cómo propiciar que el
sistema sea sostenible creando buenas
combinaciones de estas 3 dimensiones del cubo: a quién cubrir, con cuanto
co-pago y qué servicios ofertar.
Tras este planteamiento podría pensarse que el concepto de sostenibilidad cúbica es lo mismo que sostenibilidad financiera. No es realmente así. Como ya se ha comentado la financiación tiene un peso específico importante pero no lo es todo. Que el sistema funcione también depende del compromiso de la sociedad (incluyendo al Gobierno) de hacer un uso racional del sistema y del desarrollo de unos servicios de calidad adaptados a las necesidades de la población. Como bien refieren Enrique Bernal y Vicente Ortún, nuestro sistema sanitario se está deteriorando por una falta de liderazgo y compromiso político. Intentan hacer el sistema sostenible sólo desde el punto de vista financiero: reduciendo cobertura y oferta de servicios, pero ampliando la participación de los individuos en los pagos. En lugar de pensar en cuáles son las necesidades reales de la población y buscar la manera de combinar proporcionalmente los ejes para alcanzar sus objetivos.
Una vez desvelado el misterio del nombre del blog, damos paso a las reflexiones sobre la sostenibilidad de los sistemas sanitarios, a veces desde la perspectiva cúbica y otras no tanto...
Patricia Ferre
@la_pafecu
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