viernes, 28 de marzo de 2014

La contribución de la sociedad del riesgo a la insostenibilidad del sistema sanitario.



Que asistimos a un cambio social y cultural no pasa desapercibido: las estructuras, las relaciones, los productos y valores están modificándose a alta velocidad. Hemos dejado atrás la sociedad moderna para convertirnos en sociedad posmoderna, sociedad líquida, sociedad de consumo, sociedad global, sociedad de la información, sociedad del riesgo… 

Esta nueva manera de mirar al mundo, de ser y de hacer, ha condicionado una vez más un viraje del binomio salud-enfermedad. En esta sociedad del desapego, obsesionada con la inmediatez, narcisista y hedonista, incapaz de soportar sufrimiento y saturada de información gracias a una nueva revolución tecnológica, la salud es la capacidad de desarrollarse plenamente, de disfrutar y ser feliz. La enfermedad pasa a ser un fracaso en el desempeño de los objetivos sociales, la incapacidad para alcanzar la felicidad. La profesión médica obstaculiza el camino hacia la felicidad mediante los factores de riesgo: entidades clínicas biomédicas que impactan continuamente en una sociedad anhelante de gozar pero a la vez temerosa, ansiosa por evitar tal cantidad de males. Esto último ha condicionado la medicalización de la vida, creada y fomentada por el saber médico, apoyada por el poder político y aceptada rápidamente por la sociedad del riesgo en un intento desesperado por alcanzar la juventud eterna y salvarse de la quema. 

La sociedad posmoderna pretende ser autosuficiente, pero a la vez necesita que la guíen y asesoren con la actitud paternalista de los médicos tradicionales. Esta bifurcación de senderos la ha aprovechado la comunidad médica para continuar ejerciendo su poder, para seguir sintiéndose necesaria. Con esta estrategia de rentabilizar al máximo la asimetría de información salvaguardan su superioridad y defienden la bondad de su noble profesión. Así hemos ido caminando hacia la ineficiencia y la insostenibilidad interna del sistema: haciendo dependiente a la población de la solución biomédica para todos sus problemas. 

La atención sanitaria hospitalocéntrica es en gran parte responsable de la falta de eficiencia de nuestro Sistema Nacional de Salud, sin embargo sería hipócrita no reconocer que la Atención Primaria (AP) también ha caído en la medicalización, en la subespecialización y en la búsqueda de patología biomédica específica y aguda. El desempeño de la AP se ha convertido en atención "pseudohospitalaria" y altamente burocratizada. Los médicos de familia se convierten en secretarios del sistema sin capacidad de actuar de forma autónoma para ayudar a resolver los problemas del individuo posmoderno acostumbrado a tener todo aquello que un día se le brindó como necesario para su bienestar. Los factores de riesgo pasan a ser enfermedades crónicas (como tener niveles elevados de colesterol en sangre) que estresan aún más a la comunidad posmoderna. A esto ha contribuido el colectivo médico de AP sin cuestionarse nada, simplemente implementando las medidas que ya le venían dadas como dogmas. 

Con este pequeño texto quiero invitar a la reflexión y a la autocrítica. La sostenibilidad y los valores de nuestro sistema dependen de lo macro (gobierno y políticas adecuadas), de una meso-gestión eficiente y que fomente un desempeño de calidad basado en una AP racional, humana y longitudinal. Sin embargo no sirve que nos quejemos de "lo de arriba" cuando en el ámbito micro no hacemos nada por mejorar nuestro entorno. Quizá la solución está en la puerta, como decíamos en un post anterior, pero aquellos profesionales que estamos en la puerta debemos abandonar la medicalización, debemos comprometernos a implementar un verdadero modelo de atención centrado en el paciente y no en las enfermedades. Debemos recordar que no todos los problemas son biomédicos y que no todo se "cura" con una pastilla.  Uno de los principales generadores de riesgos y daños es el entorno sanitario, nos hemos olvidado de ésto y del primum non nocere, hemos pecado de imprudentes y soberbios. Por ello Juan Gervas propone como solución a este descalabro la “prevención cuaternaria”, esto es, una actitud prudente y moderada, tener buena formación científica y ser compasivos y piadosos con los pacientes. Evitando, disminuyendo y paliando el daño producido por las actividades sanitarias estamos contribuyendo a mejorar la salud de la población y a mantener nuestro sistema sanitario. 
¿A qué estamos esperando?


Patricia Ferre
@la_pafecu

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